Es muy difícil escribir sobre la Antártida, ni con las fotos más paradisíacas o producciones cinematográficas de alto presupuesto podemos representar el impacto que genera a la vista al Continente Blanco en persona.
Todo empezó una tarde de enero en Costa del Este, perteneciente al partido de la Costa Atlántica, Buenos Aires. Me acuerdo de que estaba vacacionando cuando recibí una solicitud de amistad en Facebook de un hombre llamado Gerard Baker. Si bien era un desconocido para mí y mi entorno, teníamos un contacto en común: Maru Cornejo. Una referente en la Isla cuando se trata de expediciones antárticas.
En ese momento no acepté su solicitud de amistad en la red social, solo atiné a preguntarle si nos conocíamos de algún lado. A las pocas horas me dijo que no nos conocíamos, pero que había visto la publicación de USH Magazine y que sería interesante que nos conozcamos. Gerard Baker trabaja desde hace veinticinco años viajando a la Antártida, además de ser periodista de la BBC de Londres. También escribía para el periódico The Times de Reino Unido y ya tenía en su haber quince libros escritos.
El hecho que me contacte me había llenado de orgullo, ya que este colectivo cultural en formato de magazine había logrado captar la atención de un reconocido periodista internacional.
Quedamos en encontrarnos cuando retornara de unos de sus viajes al Continente Blanco.
A los pocos días de volver a la Isla nos encontramos para compartir un café. La charla compartida resultó tan amena como corta debido a que Gerard tenía que reincorporarse a la brevedad a la embarcación con destino a la Antártida. En esa oportunidad, además de conversar a grandes rasgos sobre los estilos de vida y de nuestros proyectos, aproveché para comentarle que la próxima edición de USH Magazine era un especial de la Antártida.

Gerard Baker. Guia Polar y periodista de la BBC
A la semana contactó nuevamente. Para mi sorpresa me comentó que habían sufrido algunas bajas inesperadas en la tripulación y que le gustaría invitarme a ser parte del equipo para su próxima aventura rumbo a la Antártida. Mi respuesta, obviamente, fue un sí rotundo. Luego de esa fantástica noticia, el tiempo transcurrido se hizo eterno y mi cabeza no dejaba de pensar en cuán real era lo que estaba ocurriendo. Dos días antes de la fecha de partida me confirman, finalmente, como tripulante en uno de los viajes más esperados de mi vida: el de la Antártida. De inmediato, con mi pareja nos preparamos como pudimos para resolver la logística hogareña y encontrar un escurridizo pasaporte.
Día 1 – 2 de febrero de 2019
Adrenalina
Un 2 de febrero, y luego de una serie de despedidas algo fugaces, me embarqué en el crucero Antártico Ocean Atlantic.

Puerto de Ushuaia. Ya a bordo del Atlantic Ocean, muy contento. Foto por Gerard Baker
Una vez que atravesamos el canal Beagle, Gerard me impartió un entrenamiento express respecto de cómo iba a ser la logística de la expedición y cuál iba a ser mi función en la expedición.
En pocas palabras, el equipo se había logrado conformar con veinte personas de diversas profesiones, tales como biólogos, rescatistas, pilotos, traductores, además de los ciento treinta miembros de la tripulación y unos doscientos pasajeros. Todos a cargo de la empresa Albatros Expeditions.
Día 2 – 3 de febrero
Primer Desafío
Después de atravesar el imponente canal Beagle, nos adentramos en el pasaje de Drake. En ese momento comprendí por qué las mesas del restaurante estaban atornilladas al piso. Sin embargo, aquella adrenalina que en un principio había logrado invadirme comenzaba, de a poco, a desvanecerse. Los mareos que sentía se hacían con el correr del tiempo cada vez más intensos. De inmediato un sentimiento de frustración me recorrió por completo, ya que pensé que no iba a ser de ayuda o digno de un equipo expedicionario como el del Albatros Expeditions.

Jefe de Oficiales Oleksiy Trofimenko y 2do Oficial de Seguridad Vivek Sharma. Foto por Alejandro Ursino
De repente, apareció la mano mágica del médico a bordo, José Aguilar Zamacona, oriundo de México. Una sola inyección y unas pastillas fueron suficientes para sobrellevar el resto del viaje rumbo a la Antártida. En definitiva, resolvió lo que parecía el fin de mi corta carrera como guía de expedición.

Dr. José Aguilar Zamacona. Foto por Alejandro Ursino
Más de dos días pasaron desde la fecha de partida del puerto de Ushuaia, y la expectativa se acrecentaba cada vez más. A esa altura del viaje, ya nos habían impartido capacitaciones varias, especialmente vinculadas a la seguridad a bordo y al protocolo antártico, con especial foco en la cuestión del respeto a la vida silvestre.

Desde el puente apreciando el horizonte pocas veces recto. Foto por Alejandro Ursino
Día 3 – 4 de febrero
Mi primer día al 100%
Cruzando la Convergencia Antártica.

Primer iceberg del viaje. Foto por Albatros Expeditions / Shayne McGuire
Oficialmente en aguas antárticas nos topamos con el primer iceberg del viaje. Fue una gran estimulación para la gran mayoría, especialmente para los ciento cuarenta y ocho pasajeros chinos ya que era la noche del Año Nuevo chino.
El festejo fue con mucha mesura, debido a que el 50% de los pasajeros seguía sufriendo mareos, y más aún después del final trágico de karaoke.
Día 4 – 5 de febrero
(6:15) Comienza la aventura
Comenzamos el Año del Chancho pisando suelo antártico, luego de haber navegado las aguas del canal Lemaire.
Con las botas esterilizadas y ropa aspirada, cumplimos con el protocolo de higiene que dicta la reglamentación IAATO (Asoc. Internacional de Operadores de Turismo Antártico)
De repente se abren las compuertas del crucero Ocean Atlantic y un aire llena no solo mis pulmones, sino también mi alma viajera hambrienta por lo desconocido.

Las compuertas del crucero Ocean Atlantic. Foto por Alejandro Ursino.
Por fin había llegado el día en que conocería a la Antártida. Picos de montañas oscuras y glaciares cubiertos de nieve parecían invadir con un escalofrío ininterrumpido nuestros cuerpos, desnudando, de a poco, una postal mística nunca antes vista.
Más tarde nos embarcamos en los zodiacs (semirígidos) con destino a la Base Británica A o Port Lockroy, ubicada en un puerto natural del islote Goudier sobre la punta Jougla de la isla Wiencke en el archipiélago Palmer que se encuentra frente a la península Antártica. Originalmente esta base fue militar, pero actualmente ha sido restaurada como museo que se abre en temporada estival desde 1996. Incluso cuenta con su propio correo postal y tienda de suvenires.
Posteriormente, desembarcamos en la Base argentina antártica Almirante Brown (Estación Cien-tífica), la cual se encuentra ubicada al pie de un morro de 70 m en la punta Proa de la península Sanavirón (Aldunate o Coughtrey), de la bahía Paraíso de la península Antártica. Esta base es considerada una de las más bellas debido a su ubicación en la Antártida. Prueba de su gran atractivo es la gran cantidad de afluencia turística al lugar, contabilizando alrededor de un crucero turístico por día durante la época estival. El lugar corresponde a la costa Danco sobre el mar de Bellingshausen.
Port Lockroy
Una salvaje bienvenida
Me acuerdo de que cuando arribamos a la Antártida sucedió algo inesperado. Una foca leopardo mostró su tarjeta de presentación y nos dio la bienvenida atacando a tres de nuestras embarcaciones, al mismo tiempo que mordía un zodiac. Esto último nos demuestra que siempre surgen imprevistos y que no debemos menospreciar los riesgos que podemos correr en travesías tan osadas como, por ejemplo, un viaje a la Antártida.

Foca leopardo mordiendo un zodiac en la Base Palmer de EE.UU. Foto por © Norbert Wu.
Ya en Port Lockroy tuvimos que atravesar un acceso un poco difícil para el común de los pasajeros porque había algunas rocas patinosas, nieve, a lo que se sumaba la suciedad que dejaban los pingüinos, todas condiciones que exigían estar atentos a nuestro andar.

Desembarcando en Port Lockroy. Foto por Alejandro Ursino.
Una vez en suelo antártico, algunos disfrutaron del kayak mientras otros optaron por visitar el museo. Pudimos divisar focas y pingüinos marsopas.
Uno de los momentos más emotivos para mí fue cuando al recorrer el museo conocí la máquina que monitorea el clima, la misma que detectó el agujero de la capa de ozono. Algo impresionante. Igual sentimiento tuve cuando entramos a lo que había sido la habitación de mi compañero Gerard Baker, durante la temporada 2006/07.

La vieja habitación de Gerard. Foto por Alejandro Ursino.
Con éxito emprendimos nuestra vuelta al Ocean Atlantic, después de una primera misión cumplida y un saludo muy fraternal a las personas de esta estación.
Tras almorzar navegamos en dirección a la bahía Paraíso donde se encuentra nuestra querida Base Almirante Brown.

En Base Brown de paseo en zodiac encontramos una foca leopardo descansando, y el Ocean Atlantic también. Foto por Alejandro Ursino.
Base Brown
La expectativa antes de desembarcar en la base argentina era muy grande. En lo particular no podía entender qué estaba sucediendo, sin embargo recordé que traía encima un dulce de leche para compartir a bordo. Sin miramientos decidí que era mejor llevarlo a la base Brown porque supuse que los compatriotas lo iban a necesitar mucho más que yo. Y así fue. Tanto que cuando desembarcamos, la gente de la base tenía problemas con el agua y tuvimos que cargar como seis tanques de doscientos litros cada uno…

Base Brown. Foto por Alejandro Ursino.


